Nació pesando novecientos gramos. Los médicos le anunciaron cuatro horas de vida. Luego estuvo un año y medio en el hospital sin que los médicos pudieran saber qué era lo que le pasaba. Perdido por perdido, sus padres fueron a buscar a una curandera y el mismo día que un cura le dio la extremaunción, la curandera le devolvió la vida. “Su hijo va a largar un bicho que tiene dentro de su cuerpo”, le dijo a su madre. Vomitó una pelota negra y al día siguiente lo sacaron sano y salvo del hospital. Hoy tiene 52 años y desde entonces jamás sufrió una enfermedad. Vivió en la cuna del candombe uruguayo, el demolido conventillo Medio Mundo de Montevideo, de donde vino para la Argentina a los 19 años. Lleva el apellido Martirena que guarda una tradición enorme en Montevideo, es nieto de Don Ángel Silva, el director de la histórica comparsa Morenada y por si hiciera falta pedirle el documento para que demuestre que es uruguayo, se llama Artigas.
Artigas Claudio Viega Martirena vive hace 33 años en Buenos Aires, es padre de tres hijos y tiene claro que el candombe se hace, no se toca. Vive para el candombe, da clases gratis y sale todos los domingos con su comparsa desde Parque Lezama. Fue quien empezó con las llamadas que se hacen cada diciembre desde hace ocho años en San Telmo.
¿Qué es el candombe?
Es algo natural, como las culturas de todos los pueblos originarios. No eran impuestas, eran naturales. Hoy en la cultura está lo impuesto, no lo natural. El candombe es una de las pocas cosas que no tiene imposiciones.
¿Qué representa en tu vida?
Siempre me preguntan que representa el candombe para mí y nadie jamás se ha preguntado qué significo yo para él. Él es anterior a mí. Yo soy un mensajero. Uno no se lo propone, lo eligen por su forma de verlo. Candombe es una palabra extensa, no es solamente colgarse un tambor y tocarlo. Es tremendamente personal. A tocar el tambor te puede enseñar cualquier persona, a hacer candombe no.
¿Qué no se puede perder?
Lo que no se puede perder es el motivo por el cual lo hacés. Hoy en día, la razón por la cual se hacía, se está diluyendo. Era la base del crecimiento del candombe, así seguía con vida. Hoy está con vida pero es como si estuviera en terapia intensiva, están tratando de revivirlo. El motivo principal es entender un idioma, en el cual hay tres tonos diferentes: el chico, el piano y el repique.
¿La música puede ser una salida para jóvenes con problemas?
Claro. Lo que pasa es que a la persona que lo enseña le tiene que salir el candombe por los poros. Va a transformar a una persona y tiene que ser consciente de eso. Uno lo da y después está en el otro poder digerir, largar lo que trae que no sirve y suplantarlo por el candombe.
Si tuvieras que explicar el candombe, ¿cómo lo harías?
Le diría: ¿Alguna vez fuiste vos mismo? Sentite vos mismo, dejate ser. Olvidate de lo que el sistema ha hecho que seas. Metete para adentro, buscate, encontrate. Somos seres de energía pura. El cuerpo es un envase. El tambor es lo que hace que el envase pueda caerse.
¿Dejaste algo importante por los tambores?
Dejé el fútbol por una llamada. Yo estaba iniciándome en el profesionalismo en Uruguay. Estaba concentrado con los otros jugadores y por la noche me escapé a la llamada. Llegué a casa, agarré el tambor y salí. Nunca más volví al fútbol.