Lalo Mir, ángel y demonio


El histórico locutor que a fines de la década del ochenta cambió la historia de la FM dice que no imagina la vida sin la radio. Retrato de un animal del éter que a los 63 años encontró un nuevo hobby en la pintura.


 

lalo

Entra al estudio de Radio La 100 donde conduce el programa Lalo por hecho desde hace ocho años, ríe, habla un rato frente al micrófono, con la misma naturalidad que si estuviera hablando solo frente al espejo en el baño de su casa, y luego sale. Suenan un par de canciones y al rato vuelve a entrar, habla enfático, bromea al aire y vuelve a salir. Unos minutos después entra una vez más, vuelve a bromear y sigue riendo. En cada uno de esos escapes del estudio, se sienta y responde las preguntas. Este hombre canoso, de juventud eterna, ojos siempre bien abiertos y voz inconfundible, habla y ríe frente a un micrófono a diario. Hace ya mucho tiempo que lo hace, el éter es su ecosistema desde hace casi cincuenta años, y allí se mueve como un pez en el agua.

Eduardo Enrique Mir, más conocido como Lalo, nació en la ciudad de San Pedro el 14 de Junio de 1952. De chico, antes de soñar su vida en la radio, estaba fascinado con el mar y los barcos, y soñaba ser marino mercante. También quería ser piloto de avión y le gustaban mucho la arquitectura y la ingeniería, pero dice que no eligió ese camino porque había que estudiar mucho y él era muy vago para esas cosas. Tocó un tiempo la guitarra y logró aprender algunos acordes pero su futuro como músico no prosperó. Luego estudió locución en Buenos Aires mientras todavía vivía en San Pedro y viajaba a diario en tren desde su ciudad a la Capital. Hoy, a los 63 años, es padre de tres hijas y dice que no imagina su vida sin la radio y que cuando era joven el rock lo transformó.

-¿Qué representa el rock en tu vida?

-El rock fue liberador para mí, me reencauzó. Yo no era un pibe roquero, era de pueblo y había crecido con folklore y la música popular de los sesenta: El Club del Clan, Leonardo Favio, Sandro. Cuando llegué a Buenos Aires y empecé a trabajar en radio descubrí el mundo del rock y de alguna manera me fascinó todo ese espíritu libertario. Fue en el momento en que comencé a viajar, digamos, de una manera roquera. De ahí es que volví con ideas para hacer radios de rock y empecé con el programa radial 9 PM, uno de los únicos que pasaba rock junto con Coro Pesado de Radio Continental. Hubo una transformación en mi carrera que me la inyectó el rock.

Lalo siente que en los viajes encontró eso que no terminó concretando en su infancia: los mares, los barcos, los aviones.

-A los treinta y pico, durante quince años de mi vida, viajé mucho. Así que de alguna manera me saqué el berretín. Calculo que dentro de unos años, cuando mis hijas estén más grandes, voy a volver a viajar. Me gustaría volver a gitanear como antes, que me iba dos o tres meses, sin destino, sin plan y sin saber por dónde iba a estar.

-¿Cuáles fueron los lugares a los que fuiste?

-Anduve por todos lados, Europa, Estados Unidos, Latinoamérica. En tren, en barcos, en aviones, en lo que fuera, aunque en aviones no me gusta viajar porque uno se pierde el medio. Te subís en un lugar y bajás en el destino sin conocer el camino. Después, el mundo del rock también me hizo viajar. Con 9 PM y luego con la Rock and Pop, fui a miles de conciertos, giras y promociones de discos.

-¿Cuáles fueron las primeras bandas de rock a las que les prestaste el oído?

-Led Zeppelin, Deep Purple, Steppenwolf, AC/DC, Metallica.

-¿Y de Argentina?

-Riff, Sumo, Redondos. Era mi sonido de principios de los ochenta. Escuché mucho rock nacional porque hubo una gran empatía con todos esos grupos.

Además de difundir a Pappo, Sumo y Los Redondos, Lalo también tuvo una buena relación con esas bandas y músicos.

-Yo ponía mucho de eso en mi programa entonces con toda esa gente había buena onda, éramos como una gran familia.

Aunque dice que no tiene amigos músicos y que el músico con el que mejor vínculo tuvo fue Pappo, con quien compartieron varios viajes a San Pedro. Mientras lo recuerda esboza una sonrisa. Pappo no le dedicó una canción pero sí lo menciona a Lalo en el tema de Riff “En un harem de Agadir”, en el que dice: “Ella fue princesa en un harem de Agadir, hasta que una noche conoció a Lalo Mir”. El mismo Lalo contó en alguna entrevista que lo puso solo porque rimaba con Agadir y que fue una sugerencia de Vitico, el bajista de la banda.

A Luca Prodan lo entrevistó más de una vez y la última fue pocos meses antes de su muerte. Algo vio en el cantante de Sumo que lo llevó a comentarle que lo veía aburrido en el último tiempo a lo que él contestó que estaba triste porque había pasado algo con su novia.

De Los Redondos también estuvo cerca hasta llegado su final, quince días antes de que hicieran los recordados shows en el estadio de River, en 2000. Llevó al Indio Solari y a Skay Beilinson a su programa Animal de Radio, que ese día se emitió desde un lugar secreto y estuvieron como periodistas invitados Bobby Flores, Alfredo Rosso y Mario Pergolini.

Hoy Lalo sigue vinculado con el rock. Fue parte del elenco de la comedia televisiva Viudas e hijos del Rock & Roll que terminó en mayo y es el conductor de Encuentro en el Estudio, un programa único en la televisión argentina donde ha llevado a reconocidos músicos de todo el continente como Fito Páez, Diego El Cigala, Leopoldo Federico, Susana Baca, Jaime Torres, Inti-Illimani, incluyendo algunos casos de bandas de nuestro país de escasas apariciones en televisión como Divididos, La Renga y Ciro y Los Persas.

-¿Cómo surgió el proyecto de Encuentro en el Estudio?

            –Me convocó la gente de la productora La Brújula. Ellos eran los realizadores de La vida es arte, un gran programa que hacíamos en la Televisión Pública, estuvo tres años al aire, y nadie se dio cuenta. Cuando todavía estábamos haciendo el último año, Ariel Hassan y Woody González de La Brújula ya estaban con este proyecto en mente. Me lo propusieron y me metí, pero fue idea de ellos. Yo entré después y lo fuimos armando y diseñado juntos.

-¿Qué te aportó de nuevo a nivel personal y laboral?

-Es un privilegio. Primero porque es el programa más visto de Canal Encuentro, tiene más de cien millones de clics en su canal de videos de YouTube. Segundo porque me permitió desarrollar algo que ni a mí se me ocurría que iba a terminar haciendo. Vimos el resultado cuando lo fuimos haciendo, nos sorprendió a nosotros mismos. El programa es de una profundidad y de un tratamiento inédito para el nivel de televisión argentina. Entonces es un gran placer hacerlo y es una enorme sorpresa cada programa porque me meto en una historia que no conozco, porque aunque la conozca, no la conozco.

– Del lado del espectador da la impresión de que cada programa fuera único ¿Vos qué sentís?

-Sí, cada programa es único. Si bien tiene un formato que es el mismo, entran por la puerta, van al pasillo, me saludan, entran al estudio, arman, afinan, cantan y se van, lo que sucede en el programa, el guión, es la línea sensible de cada artista. Eso a veces lo descubrís en un tema, en la familia, en el barrio, en la trayectoria o en una canción, está escondido. El programa busca ese hilo sensible y son todos absolutamente diferentes, entonces hay una especie de vértigo y adrenalina. Si bien sabemos lo que tenemos que hacer, hay una parte dónde estás nadando en el mar de los sargazos, no sabes a dónde vas, ni lo que va a rendir después. Luego todo hay que decodificarlo, nosotros lo hacemos temático, las entrevistas son por bloques que tienen que ver con determinadas cuestiones de guión. Después todo eso se desarma y se edita de otra manera, buscando ese hilo conductor. Es un gran laburo.

-¿Cómo fue tener a La Renga?

-El programa de La Renga fue excelente. La dinámica del programa cambia cuando son más de uno a entrevistar. En el caso de ellos, estaban todos. Ahí se complica porque se pierde un poco la intimidad y por una razón social tenés que interactuar con todos. Ahora estamos haciendo algunas pruebas intentando separar a los protagonistas y entrevistarlos por separado para que no quede como una charla de café, que no es la idea. Pero lo de La Renga fue un privilegio, eran como la figurita difícil. Por ejemplo, Divididos fue más fácil para mí porque los conozco más. Yo con La Renga no tengo contacto y ellos no son muy proclives a ir a la televisión.

EL NACIMIENTO DE LA CRIATURA

En 1987 nacía Radio Bangkok, el programa de Lalo Mir, Bobby Flores y Douglas Vinci emitido por FM Rock & Pop que rompió las reglas y estructuras de la radio argentina dándole un papel protagónico al humor absurdo. En el primer audio promocional del programa, que puede leerse transcripto en el libro sobre los treinta años de historia de la Rock & Pop escrito por los periodistas Guillermo Courau y Francisco Anselmi –colaborador de Mavirock-, se anunciaban premisas como: “Podrás liberar tu mente, podrás dar rienda suelta a tu fantasía”.

-¿Encontrás el espíritu libre de Radio Bangkok hoy en la radio o la televisión?

-Hoy eso se atomizó. Ahora prendés la radio y hay gente hablando y diciendo pelotudeces a los cuatro vientos. Nosotros descubrimos sin saberlo, al romper la radio antigua, que estábamos abriendo caminos insospechados.

La charla sigue mientras de fondo suena el taladro del hombre que hace tareas de mantenimiento en la radio. Lalo sigue hablando como si no lo escuchara, como si nada lo pudiera detener cuando habla.

-Buenos Aires estaba explotando en ese momento, en el buen sentido. Si no hubiéramos sido nosotros hubieran sido otros. Las cosas ocurren muy a pesar de uno.

-¿Influyó el contexto?

-Claro, en realidad lo que cambió no fue la radio sino la mente y la época en la que nos tocó funcionar. La primavera democrática, la explosión cultural, Cemento, el Parakultural, la música de garaje, el rock nacional, el teatro independiente.

-¿Te seguís juntando con los integrantes de Radio Bangkok?

-No, a veces nos cruzamos en algún evento y cuando nos vemos nos ponemos al tanto. Aparece la punta del ovillo, se suelta el hilo y las charlas se hacen interminables.

-¿Recordás esos tiempos con algún tipo de melancolía?

-Eso ya fue. No hay tiempo para la melancolía; enturbia la visión. Hay algún que otro momento donde uno anda medio para atrás y se pone triste pero cinco minutos y ya está, hay que seguir.

Y Lalo sigue. Después de Radio Bangkok, tuvo varios programas en las grandes emisoras del país, tal vez el más recordado haya sido Animal de Radio, la primera incursión radial de Fernando Peña, a quien Lalo descubrió en un viaje a Chile. Peña era tripulante de cabina de la línea aérea en la que frecuentemente viajaba Lalo por un programa que tenía del otro lado de la cordillera. Su forma de hablar por los altoparlantes, salida del protocolo y fingiendo ser una cubana, llamó la atención de Lalo que luego lo terminó llevando a su programa, donde Peña debutó con el que probablemente haya sido su personaje más recordado, justamente la azafata cubana Milagros López. Lalo también fue gerente artístico de FM Del Plata, padrino de La Colifata, la radio de los internos del Hospital Borda. Condujo varios ciclos de televisión, entre ellos Las Patas de la Mentira, el primero de los programas de archivos televisivos de nuestro país. También fue durante muchos años la voz del canal América.

Así vive Lalo, corriendo, riendo, siempre sin perder la calma. Da la impresión de que necesita estar así, yendo de un lado para el otro, aunque el dueño de una de las voces más reconocibles de la radio argentina cree que está llegando el tiempo de parar con todo esto y dedicarse de lleno al hobby que tanto lo apasiona y que le sirve de terapia: la pintura.

-¿Qué encontrás pintando?

-Paz y locura. En la radio ya no encuentro eso y en la tele menos. Es todo muy organizado y preciso. En cambio la pintura es como tirarse al vacío.

-Y además es algo que hacés solo…

-Sí, sos vos con tu cerebro, que a su vez va más rápido que la mano, y eso es como una lucha interna. Las ideas van como por adelante y vos no llegás a hacer lo que tenés que hacer en el tiempo que se te va ocurriendo porque lo vas sintiendo en la cabeza. Es mucho vértigo. Agota pero es muy placentero.

Se para de la silla y entra al estudio por última vez, ya para terminar el programa y anuncia: “A la vuelta cerramos la charla”. Vuelve después de diez minutos y de haber contestado algunos llamados de los oyentes de su programa y se sienta, con un televisor sintonizado en un canal de noticias a sus espaldas. Cuenta que hoy en día casi no ve televisión ni escucha radio porque es de lo que trabaja y que ya ni música escucha. La tranquilidad la encuentra pintando y leyendo. Pareciera que la risa es lo que lo mantiene joven aunque él prefiere aclarar que ríe para no llorar.

-¿Qué cosas te hacen llorar?

-Todo, todo el tiempo estoy medio endemoniado con todo. Esencialmente con el hombre y la condición humana, con lo pedorro y malditos que somos. Somos unas mierdas. Y me levantó otro día y digo, qué maravilloso es el ser humano porque hizo esto, hizo lo otro. Es que en realidad el humano es desconcertante porque es capaz de hacer cualquier cosa. Yo siempre digo que si podemos hacer edificios de doscientos pisos en el medio de la nada en Dubai, o podemos cruzar el atlántico, o dar la vuelta al mundo volando, podemos hacer cualquier cosa. Y eso incluye las bestialidades más grandes que hace el ser humano, que tienen que ver con la sangre, la violencia, la muerte, el poder, el dinero, el egoísmo y la hipocresía. Esto me desvela, como a cualquier otro, está siempre dentro de mi cabeza y entonces explota generalmente en cinismo, en ironía o en sátira.

-¿Sentís que eso se puede combatir?

-Obviamente. Yo lo que estoy haciendo es combatirlo, a mi manera. Tratando de catalizarlo a través del humor, ironizándolo, satirizándolo y poniéndolo arriba de la mesa todo el tiempo para que tomemos conciencia de que somos eso. Somos ángeles y demonios todo el tiempo.

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