Lobo suelto

Delantero explosivo y rockero, Carlos Daniel Cordone jugó en varios clubes de la primera división y el ascenso del fútbol argentino, y en el Newcastle de la Premier League inglesa. Muchos lo recuerdan por festejar los goles mostrando remeras de La 25 y Los Piojos. Hoy, alejado de las luces y la fama, es el director técnico del club que lo vio nacer futbolísticamente: Leandro N. Alem, de Primera D. 

(Entrevista publicada en la revista Mavirock)

lobo

-Hola. ¿El Lobo está?

-No, ya se fue –dice el utilero del club Leandro N. Alem, de General Rodríguez, mientras abre la puerta-. Surgió un amistoso para mañana a la mañana en Sarandí y estaba preparando eso.

-¿Seguro? Mirá que hablé anoche con él y me dijo que viniera a esta hora.

-¡Esperá, ahí está!-dice unos segundos después un adolescente, vestido con la remera de Alem, que había ido a fijarse si no estaba en el club-. ¡Lobo, te buscan!

A un costado de la cancha, sentado en una silla frente a la puerta del buffet, el ex delantero de Vélez Sarsfield, Racing Club, Newcastle (Inglaterra), Argentinos Juniors y San Lorenzo, lleva puesta una gorra con visera que deja entrever su pelo largo, lacio y rubio.

Hoy en Alem, el equipo que dirige el Lobo, hubo entrenamiento por la mañana. Y el último en irse siempre es el Lobo. Bajo el sol de un mediodía caluroso quedan solo cinco personas en el club: el utilero, dos chicos, el Lobo y un señor que estaba sentado junto a él y se alejó antes de que comenzara la entrevista.

-Este club para mi es un estilo de vida. Acá conocí a muchos de mis amigos. En vez de parar en una esquina o en un video club, como otros chicos, nosotros veníamos siempre a la cancha. Es como mi segunda casa.

El Lobo es un hombre de atesorar recuerdos, conservados en papeles, telas y tintas. En su casa tiene una carpeta en la que guarda los recortes de diarios de todos los partidos que jugó. Dice que tiene casi novecientas camisetas que intercambió con distintos jugadores de los equipos que enfrentó. En su cuerpo lleva más de veinte tatuajes, aunque asegura que ya perdió la cuenta. En la piel luce los escudos y las siglas de los nueve equipos donde jugó, los cinco de primera división y cuatro de clubes del ascenso. En su espalda tiene las caras de sus tres hijos, en su pecho el nombre de su barrio (General Rodríguez) y tres tatuajes de La 25, su banda preferida; en una pierna lleva el rostro de Diego Maradona y en la otra la del Che Guevara con la leyenda: “La lucha sigue”. El primer tatuaje se lo hizo a los 17 años: una calavera en el hombro derecho.

Además de Alem, el Lobo tiene otras dos pasiones: Racing y el rock. De chico, su padre lo llevaba al cilindro de Avellaneda a ver al otro equipo del que el Lobo es hincha. También se dio el gusto de jugar un año en ese club y el primer gol que hizo vistiendo esos colores lo celebró mostrando una remera de Viejas Locas.

Hoy, a los 41 años, vive en el lugar donde nació: General Rodríguez; y disfruta de su segunda etapa como entrenador del club que lo vi nacer. Y para evitar que la institución tuviera que pagarle el sueldo, consiguió que varios sponsors se hagan cargo de ese gasto.

-¿Cómo vivís el hecho de trabajar en el club al que siempre fuiste a ver?

-Trabajar acá es buenísimo. Primero lo hice como jugador en el final de mi carrera. Me retiré acá, que era lo que siempre había soñado. Tenía la idea de dirigir, pero no tan rápido. A los tres meses de dejar de jugar ya era el director técnico. Mi primera etapa como entrenador no la disfruté tanto. Todavía quería ser jugador. Pero con el tiempo el jugador se va muriendo, aunque nunca se va a morir porque voy a jugar al potrero y lo hago con las mismas ganas. Grito de la misma forma y me enojo igual que cuando jugaba en primera. Sé que eso no se va a morir, pero de a poquito lo voy tapando y me enfoco en lo que ahora me apasiona que es ser técnico.

-¿Qué diferencias hay entre ser director técnico y jugador?

-Ahora estoy metido las veinticuatro horas.  Esto ya me lo habían dicho los técnicos, pero la verdad es que cada vez me gusta más. Disfruto tener que pararme frente a treinta y cinco pibes, lidiar con muchas personalidades distintas, pensar en ellos y estar atento a todos los detalles. En los equipos del ascenso tenemos que estar pendientes de mil cosas. Me hace bien, me gusta y me curte para poder disfrutar el día en que tenga todo en un club de primera.

-¿Qué representa el fútbol en tu vida?

-Todo. Lo que soy como persona se lo debo a mis viejos y gran parte también al fútbol. No sólo me hizo como jugador, sino que también me enseñó a cumplir horarios y respetar a los mayores. Aprendí a estar mucho tiempo solo y a hacer las cosas de casa que generalmente a un chico se las hace la madre, porque me tocó vivir en la pensión de un club. El respeto que me inculcaron los profes de inferiores y el que me enseñaron los jugadores más grandes cuando llegue a primera. Ese respeto lo llevé a la vida y la verdad que estoy muy contento.

-¿Cuáles son tus ídolos futbolísticos?

-Tengo varios, pero crecí con Maradona. Lo tengo tatuado. Es muy difícil para los de mi generación no tenerlo como ídolo del fútbol. Después un ídolo y referente de mi juventud fue Roberto Trotta. Yo lo miraba y quería ser como él, se manejaba bien con los dirigentes, con el grupo y con los chicos. Siempre para adelante. En ese momento en Vélez también lo tenía al Turu Flores. Yo que jugaba en su posición buscaba copiarle algunas gambetas que él hacía. Ahora miro al fútbol de otro lado. Si bien Messi me asombra, no lo tengo como un ídolo. Me encanta como jugador y capaz que hace cosas mejores que Maradona, pero la palabra ídolo para mí es muy grande.

-Tuviste la oportunidad de jugar con Diego.

-Sí, jugamos al Showbol y nos enfrentamos dos veces en primera división. Él en Boca y yo en Vélez. Pero no me dio ni para arrimarme a saludarlo. Mucho tiempo después, el hermano inauguró una canchita, me invitaron y fui. Ahí lo conocí, le llevé mi camiseta de Argentino de Merlo y cuando estábamos en el vestuario le pedí que me firmara abajo del tatuaje que yo tenía con su cara. Me lo firmó con un fibrón y al otro día fui y me tatué la firma.

-¿Qué cosas parecidas encontrás entre el fútbol y el rock y sus ambientes?

-Los ambientes son distintos. En el rock podes trasnochar, podes tomar algo antes de ir a un show. En el fútbol es todo lo contrario: tenés que cuidarte y descansar. Lo que puedo encontrar de similar es la gente, los que comparten una pasión y la otra. Yo tengo bastante ascenso y primera, me gusta ver futbol de todas las categorías. Y la verdad es que las banderas que veo en todas las canchas de ascenso o de primera son las mismas que veo en los recitales de rock. Y después le encuentro similitud en lo que me produce en el cuerpo: veo un partido de fútbol y me produce alegría. Y es algo similar a lo que me genera ir a un recital o escuchar una canción de La 25.

-¿Tocás algún instrumento?

-No, soy bastante nervioso y todos los que tocan me dicen que no es imposible, pero requiere de mucha paciencia. No se tocar nada. Aprecio la música escuchándola.

-¿Qué representa la música en tu vida?

-La música no, el rock. Porque no escucho otra cosa. Si estoy bien o mal, el rock siempre me levanta el ánimo.

-¿Qué bandas escuchas?

-Tuve la suerte de poder conocer a todos los integrantes de las bandas que me gustan. A los primeros que conocí fue a Los Piojos. A Ciro, Tavo, Micky, los primeros Piojos. Compartíamos comidas, recitales, ellos venían a verme a la cancha. Estoy hablando de 1998. Después a la segunda banda que conocí de las que escuchaba fue a los Ratones Paranoicos. También conocí a Viejas Locas, Charly García, La Renga, y Ricardo Mollo, de Divididos. Y por último tuve la suerte de conocer a los chicos de La 25, que los considero mis amigos. Ellos son mis amigos. Me di el lujo de conocer a casi todos los mostros del rock nacional.

-¿Es verdad que trabajaste de plomo con La 25?

-No, nunca. Cuando ellos empezaron, todo se hacía a pulmón y no tenían mucha gente laburando. Entonces si tenía que dar una mano para colgar una bandera o mover cosas, obvio que lo hacía. Pero no era laburar de plomo, le metíamos todos para adelante. Hoy en día ellos crecieron y tienen gente que hace este trabajo, como debe ser.

-¿Cómo se conocieron?

-Como yo solía mostrar remeras de bandas de rock en los festejos, en un partido de verano que jugué para San Lorenzo contra Independiente tuve la suerte de hacer un gol y lo festejé mostrando la remera de La 25 que tenía debajo de la camiseta. Ellos lo vieron y un tiempo después me invitaron a los ensayos. Pero pude ir y cuando tocaron por primera vez en Obras, los llamé. Ahí nos conocimos personalmente. Y después justo vino la época mi suspensión de dos años (2004) y compartimos una gira. Fuimos a Cosquín, Mar del Plata y varios lados más. Hoy puedo decir que son mis amigos.

-¿Y cómo empezó ese primer vínculo con Los Piojos?

-Fue de casualidad. El manager (Pocho Rocca) era hincha de Vélez y un día saliendo de un partido, el Negro Gómez lo vio con una remera de Los Piojos y empezaron a hablar. La onda se dio rápido. Vinieron a vernos jugar y nosotros fuimos a la sala de ensayo. En esa época ellos estaban mucho con los Divididos y La Renga, así que por intermedio de Los Piojos los conocí a ellos también.

El Negro Marcelo Gómez, compañero del Lobo en Vélez desde 1993 a 1997, es otro futbolista fanático del rock. Dos de sus bandas preferidas eran Los Piojos y los Redondos. Cuando jugaba en Arabia Saudita se tomó un avión para ver a Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota en Uruguay, en 2001, y se volvió en seguida. En una entrevista reciente en el programa radial Ruby Tuesday, de la ciudad de La Plata, le preguntaron quién había sido el jugador más rockero que había conocido en el mundo del fútbol y el Negro no dudó: “El Lobo Cordone. Era un fanático del rock, tal vez por otra veta que la mía porque es más stone y de La 25. Y sigue siendo, porque no ha cambiado ni su pensamiento ni su estilo de vida. Tal vez ese estilo era difícil que fuera compatible con el fútbol, pero son elecciones”. Y cuando el Negro habla de la incompatibilidad del estilo de vida de Cordone con el fútbol, seguramente hace referencia al porro.

En 2003, el Lobo fue el protagonista del primer caso de doping del fútbol argentino en el que la sustancia detectada fue marihuana. Lo suspendieron por tres meses. Casi un año después se convirtió en el primer jugador del fútbol de nuestro país en reincidir en un doping positivo, lo que le significó una sanción de dos años sin poder jugar.

-Estaba hecha la ley y el que hacía eso iba a tener tanto tiempo de suspensión. Si bien me parece que está mal hecha, no me quejo porque ya estaba escrita y yo la infringí. Eran las reglas del juego.

-¿Cómo sentiste que manejaron los medios ese tema? ¿Crees que hoy sería distinto?

-En aquel momento era algo grave porque no había tanta información como hoy. Lo que a mi mamá antes le parecía algo trágico, hoy lo charla normalmente. El tema se toca en cualquier mesa y antes estaba casi prohibido hablar de eso. ¿Quién no tiene un familiar que lo hace? Entonces ya no se ve como algo tan malo. Yo sufrí una etapa donde era muy mal visto.

-¿Sentís que se te juzgó demasiado?

-No sé. Lo que sé es que le ha pasado a otros jugadores y la dibujaron. Me enteré de varios casos de doping de gente conocida y por ser de tal equipo que levantaba la mano en las elecciones (en AFA), lo perdonaban con la condición de que los vuelvan a votar en las próximas elecciones. Yo sé bien que le ha pasado a varios y a mí no me la dejaron pasar.

-Hace poco dijiste en una entrevista que en Mendoza, donde jugaste en 2006, volviste a sentirte futbolista. ¿Qué pasó? ¿En algún momento se te había pasado por la cabeza dejar el fútbol?

-No, en todo momento que estuve suspendido supe que iba a volver a jugar. Me preparé para eso, estuve siempre entrenando.

-¿Cómo fue tu relación con el periodismo?

-Siempre supe que si andaba bien, me iban a alabar. Y si andaba mal, me iban a matar. Capaz en una época no me lo tomaba de la mejor manera. Hoy ya entiendo el juego y no me molesta para nada. Antes me calentaba tanto que no daba notas. Hoy tal vez tengo la misma bronca con los periodistas, pero entiendo cuál es su laburo y les puedo contestar todas las preguntas.

-¿Quién pone la música en el vestuario de Alem?

-No, me gusta que haya música, pero es un tema en el que mucho no me meto porque es cosa de ellos. Los jugadores ponen música divertida, alguna cumbia. Si yo quiero escuchar algo, traigo mi equipo y lo pongo en mi vestuario.

-¿Y con la política cómo te llevás?

-Siempre tuve mis pensamientos, que fueron más bien de izquierda, pero nunca integré nada ni me interesó. Mi hermana está metida en la política acá en General Rodríguez. Yo sigo sin darle bola al tema, pero escucho un poco más porque se habla en la mesa familiar. Me voy informando de algunas cosas.

-Mirando hacia atrás, ¿qué crees que te dio el fútbol que no hubieses podido encontrar en otro lado?

-Todo. Yo soy de un barrio, La Fraternidad, y me hubiese sido muy difícil con otro laburo conocer toda Sudamérica, gran parte de la Argentina y muchos países de Europa. Si no hubiese sido por el fútbol, tal vez nunca habría salido de Buenos Aires.


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