Entrevista publicada en Tercer Cordón.
“Soñé que San Cayetano junaba contento el mundo
porque el día que todos trabajen, él va a tener que buscar laburo”
La pesadilla, Jorge “Alorsa” Pandelucos
Por Federico Frau Barros
Miguel Ángel Moreyra tiene 66 años de vida y 33 como cura. Nació en Paraná, capital de Entre Ríos, donde se crio en una familia de ocho hermanos. Cuando terminó el colegio, en plena dictadura militar, se fue a Rosario a estudiar periodismo. Allí, mientras estudiaba en la universidad y trabajaba en una fábrica, conoció a un grupo de Padres Lateranenses con los que empezó hacer acción social y decidió ordenarse en su congregación. Hoy vive en Buenos Aires y es uno de los cinco vicarios parroquiales del santuario de San Cayetano de Liniers. En esta entrevista habla de lo que representa San Cayetano y de cómo perciben la actualidad social en el santuario que él mismo define como el verdadero INDEC, un termómetro de la realidad social de Buenos Aires.
-¿Qué significa San Cayetano para el pueblo argentino?
-El otro día el obispo Gustavo Carrara, el delegado para las villas que nombró el Papa Francisco, dijo algo que me gustó mucho: “aquí, San Cayetano es el oído de Dios”. Acá la gente viene a pedir por varios problemas, pero fundamentalmente por el pan, el trabajo y la familia. Yo diría que en ese orden. La falta de trabajo, que conlleva el problema de no poder llevar el pan a casa, y luego la familia. También hay muchos pedidos relacionados con adicciones. Y es verdad que es el oído de Dios, ya sea porque el santo los escucha o porque nosotros los escuchamos y, a través de nosotros, también lo hace el santo. Si el santuario es el oído de Dios para la gente, nosotros somos un pedacito de esa oreja.
-¿Qué encuentran los peregrinos acá que no encuentran en otro lado?
-Vienen a depositar una mochila que les pesa todos los días. Cada día, y principalmente cada 7 de agosto, la gente viene a buscar una mano en el pecho, una caricia que pase por el corazón para sentir que no están solos y saber que hay quienes los acompañan y los comprenden para poder ayudarlos, dentro de lo que se puede. Para mí, después de Luján, este es el santuario más importante del país. Vienen de todos los puntos de Buenos Aires.
-Antes de estar acá vos trabajaste en una iglesia en el barrio de Recoleta, ¿Qué diferencias ves entre ambos lugares?
-Es muy distinto. Allá eran problemas que se solucionan yendo a un psicólogo y acá la gente viene con sencillez y confianza a pedir trabajo. Y luego vienen a agradecer. Y a su vez vienen con problemas familiares que tienen que ver con la droga y los problemas económicos. Son realidades muy distintas. Quienes vienen acá salen de sus casas a trabajar bien temprano en tren o colectivo, muchas veces de noche, y vuelven también de noche. Es una realidad sufrida y de mucho trabajo. Están padeciendo la realidad, es una lucha diaria. Allá en Recoleta tienen todo, es diferente, aunque lo que tienen es un vacío que yo suelo decir que es de un orden más psicológico. Acá, la gente ese vacío no lo tiene, la tiene que pelear todos los días y no tiene tiempo para decir: estoy solo.
-Este santuario es un lugar de mucho tránsito. Teniendo en cuenta lo que les dicen los centenares de personas que pasan por el santuario a diario, ¿qué consideraciones podés hacer de la realidad actual?
-Yo creo que los santuarios, y este especialmente, por el tema del trabajo y el pan, son el mejor INDEC. Es el lugar que mejor mide la situación social. En este momento la gente está muy angustiada por el tema del trabajo. O porque lo ha perdido y no consigue y lo está buscando, porque tiene miedo de perderlo, o porque, en el caso de los más jóvenes, no han tenido una primera experiencia laboral y no la consiguen. Después, el tema económico también tiene que ver con todas las otras necesidades, además del trabajo. La comida, el alquiler, los medicamentos cuando se enferman. Este santuario tiene un servicio de medicamentos muy amplio, que recibimos de donaciones, y desde donde entregamos a personas que vienen de todos lados.
-¿Cree que la realidad está cada vez más complicada?
-La situación ha empeorado. Acá hay gente jubilada que viene a comer al comedor, no es solamente la gente en situación de calle. Lo que más piden es pan, porque es lo que pueden llevarse y compartir en su casa. Yo pienso que este 7 de agosto va a ser fundamental porque la situación económica y social está muy difícil, entonces va a ser importante que los gobernantes sientan este reclamo. No se como va a encarar el cardenal Poli su homilía pero creo que va a ser un mensaje de esperanza para la gente y para nosotros, porque nos marca el mensaje que debemos prolongar.
-¿Cómo hacen para dar esperanza en un contexto así?
-Acá nadie es un número ni una estadística. No son el porcentaje de la población que está bajo la línea de la pobreza, acá cada uno que viene es una persona concreta a la que tenemos que recibir, acompañar y comprender. En este contexto social nosotros tenemos que acompañar a nuestro pueblo. Cuando nos cerramos, se da el desencuentro, la grieta, aparece lo que nos separa y nos divide. Como dice el Papa Francisco, nosotros tenemos que levantar puentes, no destruirlos. En todos los niveles. Es un reclamo para todos. Y nosotros, como Iglesia, mucho más. Porque nosotros hacemos el puente entre ese oído de Dios y la gente, nuestro pueblo. Pero toda la dirigencia, social, política, sindical, también tendría que plantearse hacer puentes. Porque es la única manera de transitar. Cuando vos rompés puentes o levantás muros, te chocás, no avanzás.
-¿Creés que se está yendo por ese camino?
-En nuestro país se hace difícil estar viviendo constantemente en esta situación. Yo creo que hemos fallado como clase dirigente. En todos los niveles. Algunos se enojaron con el obispo Jorge Lugones porque él señala que no es suficiente estar y hacer, sino que también hace falta sentir. Cuando los dirigentes sociales, de todo orden, sienten a nuestro pueblo que sufre, nace el hacer. Si vos hacés por una cuestión política y estratégica, va a durar mientras dure la campaña o mientras estés en el gobierno. ¿Y después? Yo creo que lo que nos puede dar esperanza es una acción prolongada, basada en la problemática de la gente y en darle soluciones. Y acá yo pongo a todos los dirigentes, sociales, políticos, económicos, sindicales y religiosos. Nosotros también tenemos responsabilidad, si bien no vamos a estar en un ministerio o en una secretaría, sí podemos ser canales de participación y podemos abrir puertas que están cerradas. Yo muchas veces veo que los gobernantes salen a contar lo que están haciendo, pero a esa gente a la que le cuentan eso no le ha llegado eso que están haciendo y seguramente no le vaya a llegar.
-¿Desde el santuario tienen relación con la movilización de los movimientos sociales?
-Vínculo formal no hay, sí hablamos y nos cuentan de dónde van a salir y cuáles son las consignas de este año que tienen que ver con el No al FMI, además del pedido de pan y trabajo. Son cosas separadas. Esta movilización es nueva, tiene unos años, y lo del Santo es algo centenario. Aunque yo me acuerdo que una vez en los años `80 hubo un 7 de agosto en el que vinieron de la CGT para participar de la celebración principal. Estaba Saúl Ubaldini como secretario general. Es decir, San Cayetano siempre ha tenido un contacto con la realidad social porque acá viene la gente que está necesitando trabajo.
Fotos: Alejandra Malcorra
Link a la publicación original: http://tercercordon.com.ar/el-oido-de-dios/