Artículo publicado en revista Brando.
Por Federico Frau Barros
«Mucha gente dice que la educación es algo que une clases sociales o que puede hacer que la brecha social baje -explica el guatemalteco Luis von Ahn-, pero a mí siempre me pareció lo opuesto: que la educación dividía. Las personas que tienen dinero pueden comprar la mejor educación, pero las que no lo tienen apenas si pueden aprender a leer y escribir; y por lo tanto nunca pueden hacer mucho dinero».
Luis von Ahn nació en 1979 en Guatemala. Es especialista en informática y profesor de computación en la Universidad Carnegie Mellon de la ciudad de Pittsburgh, en Estados Unidos. Suele decir que no tuvo ningún problema durante su infancia porque su familia le pudo garantizar una buena educación, pero reconoce que fue una excepción y recuerda que la mayoría de quienes lo rodeaban no contaba con recursos para acceder a una educación de calidad. Fue por eso que a fines de 2011 decidió lanzar Duolingo junto con su socio, y exalumno, Severin Hacker.
Duolingo es una aplicación para aprender idiomas totalmente gratuita en base a la lengua madre del usuario. Es decir, hay una forma para enseñar italiano para un angloparlante y otra para un hispanoparlante. La dinámica es así: uno escucha una frase en el idioma que está estudiando y la escribe; en el siguiente ejercicio escucha otra y tiene que traducirla, luego otra y debe pronunciarla y más tarde todo esto, pero del español al otro idioma. Los estímulos cambian constantemente para que el usuario no se aburra.
El sistema es personalizado: cada alumno tiene una experiencia distinta porque establece sus propias metas en base a sus tiempos, su capacidad y sus ganas. La aplicación evalúa errores y aciertos. En base a eso lo va guiando y hasta puede recomendarle que repita una lección que ya superó tiempo atrás.
Los idiomas que cada usuario puede aprender varían según su lengua materna. En total son 28 y, para los hispanoparlantes, hay 8 disponibles: inglés, francés, alemán, italiano, portugués, guaraní, esperanto y catalán.
Duolingo no tiene ningún costo para el usuario, se sostiene con anuncios al final de cada lección y recibe inversiones de distintas empresas y personalidades, que van desde Google hasta el actor estadounidense Ashton Kutcher. La empresa brinda dos servicios pagos que están por fuera de la aplicación tradicional. Uno es un certificado de inglés. El otro, una prestación para empresas: brinda la posibilidad de evaluar el dominio de inglés de postulantes a puestos de trabajo a través de una prueba escrita y una videoentrevista.
Comunidad de lenguas
«¿Por qué left significa ‘dejaron’ e ‘izquierda’?», pregunta un usuario en un comentario en la página de Duolingo que se convierte en una especie de foro gigante donde se intercambian ideas, dudas y conocimiento. Las respuestas son variadas; algunos realmente intentan encontrar una explicación al interrogante y otros bromean. Además del nombre de cada usuario, uno puede ver qué idiomas está aprendiendo el otro y su puntaje.
La gran comunidad que se armó alrededor de la aplicación es uno de sus puntos fuertes. Por un lado, el intercambio entre usuarios contribuye a un aprendizaje entretenido y, por otro, la aplicación se retroalimenta sobre la base de los comportamientos de cada uno de ellos, y así se perfecciona: tecnología y comunidad al servicio de la lengua.
En 2017, Duolingo superó los 200 millones de usuarios. Para poner un punto de comparación, Netflix, si bien es pago, cerró ese año con 117 millones de suscriptores. Con el tiempo, Duolingo también está llegando a las aulas. Muchos alumnos se convirtieron en usuarios y algunos maestros de Guatemala lo han empezado a utilizar. La empresa tomó nota y lanzó la plataforma Duolingo Schools, en la que los docentes tienen un tablero de control con el que pueden hacer un seguimiento personalizado de cada uno de los estudiantes y analizar su progreso.
Tal vez el éxito de esta aplicación se deba a sus tres máximas, aclaradas en el manifiesto que puede leerse en su página web. Tres máximas que hoy no están garantizadas en todos los sistemas educativos del mundo: educación personalizada, aprendizaje divertido y acceso universal.
Los inventos de Von Ahn
Luis von Ahn es un hombre inquieto. Antes de crear Duolingo inventó CAPTCHA, esas letras que aparecen al final de los formularios y que uno debe transcribir. Su fin es controlar que efectivamente sea un humano el que está completando el formulario y no un programa desarrollado para rellenarlos automáticamente.
Lo hizo a pedido de Yahoo!, que tenía problemas con la cantidad de cuentas de email que se abrían a diario con programas de computación y que no pertenecían a usuarios reales.
Tiempo después creó su evolución, reCAPTCHA, y se la vendió a Google. Esta nueva versión, además de diferenciar humanos de programas, ayuda a digitalizar libros antiguos gracias a que agrega una segunda palabra para transcribir proveniente de un libro que no pudo ser reconocido correctamente por una computadora. Se estima que el aporte de este sistema alcanza las 100 millones de palabras diarias digitalizadas, es decir, dos millones de libros por año.
Y Von Ahn no para: actualmente está trabajando en su nueva aventura que -si tiene éxito- será una verdadera revolución: una aplicación para terminar con el analfabetismo. «Estimamos que hay entre 50 o 100 millones de personas en el mundo que no saben escribir ni leer pero tienen un teléfono inteligente». Y allí apunta.